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Madre de Dios: turberas tropicales en la Amazonía

Las turberas tropicales son ecosistemas que se encuentran en regiones con altas temperaturas y lluvias abundantes.

 

Están habitadas por una variedad de plantas herbáceas, arbustos y árboles, que le dan su vegetación característica: albergan una biodiversidad de especies adaptadas a estas
condiciones húmedas, incluyendo aves, anfibios, insectos, humanos y otros seres. Estas tierras guardan información desde tiempos milenarios, con materiales orgánicos de lenta descomposición que arman un suelo de capas, un pantanal de turba.

 

Hinsby Cadillo Quiroz, ecólogo microbiano y profesor asociado de la Escuela de Ciencias de la Vida de la  Universidad del Estado de Arizona, investiga junto a un equipo de exploradores científicos las turberas de Madre de Dios, donde buscan conocer otros universos invisibles de la turba: los mundos microbianos. Estudiar distintas zonas de impacto, para entender y cuantificar cómo los procesos de la minería cambian los suelos.

Según nos cuenta Hinsby, hay días en que los espíritus están un poco bajos y se pueden ver. Son los microbios quienes dominan este universo: la turbera es un ambiente microbiano, ellos mandan y controlan. Las turberas son el lugar de reserva y acumulación de carbono, por sus características de sedimentación e inundación, así como de congelamiento cerca de los polos. “Carbono, microbios, futuro, presente”, enumera el científico lleno de entusiasmo.

La turbera no es un terreno de fácil acceso y es el medio entre el suelo y el agua.

Comunica los niveles de la tierra y el cielo, el mundo de abajo y el mundo de arriba. En las expediciones por las turberas tropicales de la Amazonía hay que hacer concesiones con todos estos espíritus de la selva.

Los sabios de este territorio aventurado, sus máximos conocedores, son los señores aguajeros. Ellos son quienes conocen dentro del laberinto. Son rastreadores de signos capaces de leer el lenguaje de la turba.

Tienen una percepción avizorada. Son especialistas baqueanos de las áreas y conocen el territorio como nadie. Sin el apoyo y acompañamiento de las comunidades, los científicos no podrían hacer sus estudios. El señor aguajero respeta la naturaleza que le provee y sabe el peligro que significa: entrar a la turbera, es entrar a un terreno fangoso y movedizo, donde existe el peligro constante de hundirse.

El desierto entre la selva

Jennifer Ángel Amaya,
Geóloga y candidata a doctoranda en la Universidad de Columbia, también estudia los impactos ambientales de la minería del oro en la cuenca del Amazonas, en los suelos y el agua.

El ecosistema natural de Madre de Dios ha sido destruido por la minería ilegal y extractivista del oro, que deja un desierto de arenales donde antes existía una variedad de ecosistemas. Las excavaciones destruyen la vida de la floresta. “Queremos empujar a una regeneración del tejido de la turba”, nos dice Hinsby. Al fin y al cabo se trata de reconstruir una red y una relación afectiva correspondiente con un ser superior, tan visible como invisible: la turbera.

Jennifer nos cuenta que existen posibilidades de trabajar la extracción de oro de una forma más justa para la tierra y las comunidades. A pesar de que el uso del mercurio se está prohibiendo a partir de convenios internacionales, y ya es conocido que afecta la salud de las personas y de los otros seres, no ha habido cambios en el territorio de la Amazonía y ninguna de las medidas que se tomaron para combatir los comercios ilícitos fueron eficaces. Jennifer cuenta que existen modelos a seguir, como ha sucedido con el café, el cacao e incluso con los diamantes.

El oro es un elemento natural del ecosistema, proviene de la cordillera de los Andes y es parte de los sedimentos que viajan por el río.

En muchas comunidades ha sido utilizado en sus tradiciones, más allá de los fines comerciales.

El mundo del capital le otorga un valor muy alto y las comunidades que lo han utilizado tradicionalmente pueden favorecerse. Parte de la solución que propone Jennifer es incluir a los mineros como agentes activos, que tengan un arraigo con el territorio,

pues considera que son ellos quienes estarían más dispuestos a trabajar con condiciones específicas y reglamentaciones (como la eliminación del uso del mercurio), así como establecer condiciones laborales y derechos que le aporten dignidad a los trabajadores. Se deben generar alianzas estratégicas, entrenamiento y conocimiento de otras formas de extracción que le otorguen una habilitación y una certificación. Este proyecto supone vínculos fuertes entre el Estado, las instituciones, las comunidades y también la cadena de valor que culmina en consumidores, que deben estar dispuestos a una mayor inversión. Es fundamental este encadenamiento para alcanzar un sistema de minería artesanal y sostenible.

Un río destinado a ser visto

Julissa Barrios es bióloga y trabaja en la concesión minera Cinco Rebeldes de Huaypetue, que pertenece a su padre desde el año 2000, en la región de Bamberme, colindando con reservas naturales. Su familia trabaja artesanalmente la minería con una bomba de succión y conoce la realidad minera desde niña de primera mano.

Ella volvió a la tierra que le dio la posibilidad de estudiar y con la que se siente íntimamente unida y responsable. Actualmente se encuentra montando una estación de investigación en el campamento
minero que articula con distintas ONGs.

Aunque suene contradictorio, Julissa cuenta con el apoyo de su familia para darle cauce a las investigaciones en las zonas mineras y la articulación con universidades y científicos. Su deseo es la protección del territorio y aportar en el cambio hacia una minería más sostenible en la Madre de Dios. Trabaja en la restauración de las áreas con pruebas piloto que analizan cómo se reforesta la selva, también dar cuenta de cómo las familias mineras pueden trabajar con otras actividades económicas como la agricultura, la ganadería y el turismo, entre otras.

Julissa es representante de las nuevas generaciones que se involucran en primera persona con el territorio y buscan una nueva habitabilidad.

En el camino, nos enseña cómo áreas que fueron atravesadas por la minería, que una vez fueron solo grava y arena, vuelven a revegetarse y poblarse de animales y espíritus, visibles e invisibles